Cuando la ansiedad contamina todo el día.
El trastorno de ansiedad generalizada (TAG), se caracteriza por la presencia de preocupaciones y miedos intensos, persistentes y excesivos sobre distintos acontecimientos de nuestra vida diaria. Es decir, que la ansiedad no se limita a situaciones o estímulos específicos, sino que aparece de manera generalizada.
Antes de comenzar a profundizar en el TAG es conveniente recordar que la ansiedad en sí misma es una emoción que, de hecho, tiene una función adaptativa cuando se produce ante determinadas situaciones en las que sí existe un peligro real: si, por ejemplo, fuésemos un día caminando por la calle y nos encontrásemos de frente con un león que se ha escapado del zoo sería completamente normal que experimentásemos ansiedad. De hecho, sería necesario para preparar a nuestro organismo para la huida. Así, nuestro corazón comenzaría a latir cada vez con más intensidad, para bombear la sangre más rápido y, de esta forma, poder transportar todo el oxígeno que van a necesitar nuestros músculos para correr en dirección contraria al león. Sin embargo, cuando esta ansiedad se generaliza a situaciones que, de por sí, no suponen una amenaza o peligro real, pero la persona interpreta que sí y, además, se mantiene durante un tiempo prolongado, estaríamos ante un tipo de ansiedad patológica.
En el caso de la ansiedad patológica, la respuesta de nuestro organismo será la misma que en la ansiedad adaptativa, sin embargo, en este caso, las conductas de huida o evitación de la situación no resultarán funcionales y, paradójicamente, ayudarán a mantener e incluso incrementar los niveles de ansiedad.
Las personas con TAG suelen encontrarse permanentemente tensas y alerta, ya que sobre evalúan y sobre piensan las cosas en exceso y tienden a adoptar una visión negativa del futuro, anticipando escenarios o resultados muy negativos. Como se ha comentado, las cosas que preocupan a las personas con TAG son muy variadas, de hecho, es habitual que siempre tengan alguna razón sobre la que pensar y sobre la que estar preocupadas.
Entre los principales síntomas del TAG destacan: nerviosismo, agitación, tensión física, problemas de concentración y de memoria, alteraciones del sueño (insomnio o hipersomnia) y la alimentación (pérdida o exceso de apetito) y sensación de debilidad o cansancio crónico. Todo ello, acompañado de una tendencia a evitar o huir de todas aquellas situaciones que provocan la ansiedad y que, irremediablemente, hacen que ésta se mantenga e intensifique. Esto, precisamente, hace que, en ocasiones, algunas personas se acostumbren a vivir durante mucho tiempo con un alto nivel de preocupaciones y rumiaciones constantes en su cabeza, por lo que ni si quiera son capaces de identificar o tomar consciencia de que lo que les ocurre y normalizan ese malestar.
Las preocupaciones que caracterizan el TAG son, en la mayoría de casos, irracionales y aparecen de forma automática, por lo que terminan controlando, en gran medida, la vida de quienes las experimentan, afectando a las distintas áreas de funcionamiento diario como pueden ser: las relaciones sociales, el trabajo o los estudios y las relaciones de pareja o con la familia.
Generalmente, y más en la sociedad actual con el elevado nivel de estrés con el que nos hemos acostumbrado a funcionar, es frecuente encontrar personas que experimentan pensamientos intrusivos. Estos pensamientos suelen aparecer en forma de preocupaciones excesivas, catastróficas y excesivas. No obstante, es importante que tengamos presentes los hallazgos encontrados por algunos estudios en relación a esta cuestión y que han evidenciado que el 91% de las preocupaciones que tenemos de media, nunca llegan a ocurrir.
Del mismo modo, un dato curioso que debemos tener en cuenta en relación a la ansiedad es que, ésta “desconecta” la parte más racional de nuestro cerebro, lo cual nos lleva a actuar de una manera más instintiva e imprecisa.
Así, el trastorno de ansiedad generalizada se ha relacionado con afectación en la ejecución de tareas de manera rápida y eficiente, debido precisamente a lo comentado en el párrafo anterior, a las dificultades que se producen en la concentración y a la característica disminución de energía que ocasiona.
Finalmente, y con respecto a las estrategias que podemos aplicar en nuestro día a día para manejar el trastorno de ansiedad generalizada, destacarían las siguientes:
– Tratar de recuperar actividades que en el pasado nos resultaron placenteras o probar a descubrir otras nuevas. A menudo, las personas que experimentan ansiedad, dejan de realizar actividades que les gustaban por falta de energía o incluso porque desarrollan miedo a experimentar ansiedad ante esas situaciones (sobre todo si la han experimentado mientras desarrollaban alguna de esas actividades).
– Mantenernos activos: practicar ejercicio físico regular o dar pequeños paseos de manera diaria son actividades que, a la vez que ayudan a reducir el cortisol (hormona del estrés por excelencia) en nuestro organismo, nos pueden llegar a ofrecer la posibilidad de relacionarnos y conocer gente nueva.
– Evitar el consumo de alcohol y cafeína: existe la creencia errónea de que el alcohol nos ayuda a relajarnos y esto, en algunos casos, es utilizado por las personas para tratar de “controlar” su ansiedad. Sin embargo, debemos recordar que el alcohol actúa sobre nuestro sistema nervioso y, aunque inicialmente nos pueda parecer que se ha conseguido reducir la ansiedad tras la ingesta, la realidad es que, a medio/largo plazo, el alcohol produce un efecto rebote que incrementa los niveles de ansiedad. Es decir, que el alcohol estaría disimulando momentáneamente los síntomas de la ansiedad, pero una vez pasan sus efectos, experimentaremos la ansiedad con igual o mayor intensidad.
En el caso de la cafeína, esta actúa activando nuestro sistema nervioso e, incluso, aumentando nuestra tensión arterial, por lo que se recomienda evitar o reducir lo máximo posible su consumo en personas que padecen ansiedad.
– Cuidar nuestras rutinas e higiene del sueño: garantizarnos un descanso adecuado, cumpliendo unas horas mínimas de sueño y eliminando malos hábitos será una parte importante en la gestión de la ansiedad.
– Practicar ejercicios de respiración y relajación: utilizar técnicas específicas de respiración o la práctica de meditación o ejercicios como el yoga, pueden resultar muy beneficiosas para activar nuestro sistema nervioso parasimpático y, por ende, para ayudar a nuestro cuerpo a relajarse.