Cuando el estado de ánimo es tan negativo que entramos en depresión.
La depresión es un trastorno del estado de ánimo que afecta a los pensamientos, sentimientos y conductas de una persona. Se caracteriza fundamentalmente por un estado emocional de tristeza sostenido en el tiempo y por la pérdida de interés en realizar actividades.
No obstante, atendiendo a los síntomas concretos de este trastorno, podemos encontrar una amplia lista que varía en función de la persona y entre los que destacan: sensación de estar irritable la mayor parte del día y casi todos los días, frustración con la propia situación y, al mismo tiempo, cansancio, falta de motivación y/o energía para realizar las actividades diarias. Un aspecto característico de la depresión es la sensación de vacío, tristeza y/o ganas de llorar persistentes, así como la pérdida de interés o placer por actividades que antes sí resultaban agradables.
Muchas personas experimentan también dificultades para concentrarse o tomar decisiones e incluso, pérdidas de memoria. En función de la persona, también se han encontrado alteraciones en el apetito (habiendo personas que experimentan una pérdida del mismo y otras a las que se les incrementa) y en los patrones de sueño (algunas personas experimentan insomnio y otras sufren hipersomnia, afirmando que podrían pasar el día entero durmiendo).
La depresión es uno de los trastornos del estado de ánimo más frecuentes, de hecho, se ha evidenciado que más de 2 millones de personas en España sufre depresión.
En este sentido, es importante recordar que la depresión y la tristeza no son sinónimos, ya que a menudo, (sobre todo en el lenguaje coloquial) tienden a confundirse ambos términos. Mientras que la tristeza es una emoción normal, presente en todos los seres humanos y que experimentamos de manera pasajera ante un estímulo concreto, la depresión se considera un trastorno puesto que es más duradera en el tiempo y no siempre viene precedida o desencadenada por un suceso concreto.
Cuando una persona está pasando por un trastorno de depresión y siente que no posee recursos suficientes para hacerle frente, es fundamental recurrir a la búsqueda de ayuda por parte de un profesional especializado en psicología. No obstante, algunas estrategias que se pueden emplear en estos casos para manejar la situación y sentirnos algo mejor con nosotros mismos son:
– Hacer ejercicio físico de manera regular: algo muy característico en las personas con depresión es que tienen la sensación de que les falta energía y/o motivación para moverse y hacer este tipo de actividades. Sin embargo, si esperamos a tener la energía suficiente para movilizarnos, es probable que nunca nos sintamos preparados.
El ejercicio físico es un perfecto aliado para mejorar nuestro estado de ánimo, ya que nos ayuda a reducir los niveles de cortisol en sangre (hormona del estrés por excelencia) y, a su vez, incrementa los niveles de serotonina (comúnmente conocida como la hormona de la felicidad), por lo que nos ayuda a sentirnos mejor con nosotros mismos y mejora nuestro estado de ánimo.
– Cuidar la alimentación y el descanso: mantener una alimentación sana y equilibrada es fundamental para que nuestro organismo funcione de manera adecuada y, por ende, para que nuestro cerebro lo haga también. Así mismo, contar con una adecuada higiene del sueño, durmiendo un número de horas óptimo y con las condiciones ajustadas para un buen descanso resulta necesario para poder manejar un buen estado de ánimo durante el día.
– Marcarse metas realistas y a corto plazo: como hemos comentado anteriormente, uno de los problemas que experimentan las personas con depresión es que presentan poca energía y motivación para desempeñar sus tareas. Es por ello que, empezar por establecerse objetivos pequeños y a corto plazo es crucial. Por ejemplo, para una persona que sufre una depresión severa y que no es capaz ni de ducharse a lo largo de todo un día, éste podría ser un objetivo realista. Es decir, podría empezar por proponerse retomar la ducha diaria.
Es importante recordar que los objetivos deben ser realistas y ajustados a las capacidades reales de la persona, de lo contrario, podría producirse el efecto contrario al deseado. En este caso, si la persona se marca un objetivo muy difícil de alcanzar en el momento en el que se encuentra, se corre el riesgo de caer en sentimientos de frustración, culpa y más insatisfacción y tristeza por no haber podido cumplirlo.
– Exponerse a la luz del sol: puede parecer algo bastante básico, sin embargo, diversos estudios han confirmado la importancia y los beneficios de la luz solar en nuestro organismo. La luz solar influye en nuestros niveles de vitamina D, melatonina y serotonina, por lo que nos ayuda a regular los ciclos de sueño-vigilia y a mejorar nuestro estado de ánimo. La serotonina, como ya mencionamos anteriormente, es conocida como “la hormona de la felicidad” y esto es debido a que cuando los niveles de dicha hormona se mantienen elevados en nuestros circuitos neuronales se acompaña de sensaciones de bienestar y relajación y una mayor concentración y autoestima.
– Apoyarse en la red de familiares y/o amigos: en términos generales los seres humanos somos seres sociales, lo que significa que necesitamos de las interacciones con otras personas en mayor o menor medida para nuestro desarrollo y bienestar. Especialmente en los casos en los que nos enfrentamos a altos niveles de estrés o malestar, el apoyo social se convierte en un aspecto muy importante. Tener una buena red de apoyo social implica poder contar con personas cercanas y de confianza con quiénes nos sintamos cómodos para acudir, especialmente en los momentos más complicados de nuestra vida. En algunos casos este apoyo vendrá dado por la propia familia y en otros puede que sean los amigos quiénes cumplan dicha función.
Una persona que está atravesando un trastorno depresivo suele sentirse, con frecuencia, sola e incomprendida. Es por ello que, el apoyo social juega un papel de gran relevancia para aliviar el malestar emocional. Que la persona con depresión sienta que hay alguien con quien puede hablar libremente, sin juicios y sintiéndose escuchada y, en cierto modo, comprendida puede ser clave en el proceso de recuperación.