Un duelo consiste en un proceso de adaptación emocional que se produce tras una pérdida importante en la vida de una persona. Aunque, por lo general, solemos asociar el duelo al fallecimiento de un ser querido, lo cierto es que se pueden atravesar procesos de duelo por diversas circunstancias: por rupturas de pareja, cambios de domicilio, cambios en el estatus desempeñado profesionalmente, procesos de enfermedad o por la pérdida de alguna función (por ejemplo, perder la visión o una pérdida importante de la capacidad auditiva, entre otras).
Entre los síntomas que pueden considerarse “normales” en un proceso de duelo se encuentran: sentimientos intensos de tristeza y/o culpa, sensación de vacío y soledad, opresión en el pecho, debilidad o falta de energía, confusión, despersonalización (se trata de una alteración que la persona tiene de sí misma. Las personas que experimentan despersonalización describen sensaciones de no reconocerse a sí mismos, como si estuvieran fuera de su propio cuerpo o como si las situaciones que viven no fuesen reales). Otros síntomas podrían estar relacionados con alteraciones en los ritmos del sueño (en forma de insomnio o pesadillas, por ejemplo) y en conductas de evitación de las relaciones interpersonales, lo que en muchos casos lleva al aislamiento social de la persona en duelo.
Es importante tener en cuenta que, de por sí, experimentar un duelo tras cualquier tipo de pérdida es normal, pues es la manera que tenemos los seres humanos de reaccionar ante dicha pérdida y expresarnos emocionalemte. En este sentido, también conviene resaltar que cada persona experimenta y expresa sus emociones de manera distinta, por lo que el duelo también será diferente en cada uno de nosotros.
Generalmente, se han establecido 5 fases al hablar del proceso de duelo, sin embargo y aunque estas fases existen debemos saber que, igual que las personas somos diferentes entre sí, nuestros procesos de duelo también lo serán y es probable que no atravesemos dichas fases de la misma manera ni en el mismo orden. De hecho, es posible que la persona lo viva como una especie de montaña rusa, con altibajos:
1) Negación: la negación es una reacción que se produce de manera prácticamente inmediata ante la pérdida, especialmente cuando se trata de una pérdida inesperada y que ocurre de manera súbita. En esta fase suelen ser frecuentes expresiones por parte de la persona como: “aún no me creo lo que está pasando”, “parece una pesadilla”. La negación en realidad funciona como un mecanismo de defensa, ya que el impacto emocional de la noticia es tan fuerte que al negarlo es como decirle a la vida que espere, que aún no estamos preparados para afrontarlo. Es posible que, en ocasiones, el bloqueo inicial sea tan intenso que nos encontremos con personas que, en este punto, se muestren incapaces de sentir.
2) Ira: Tras la negación, es posible que una de las primeras emociones con las que conectemos sea con la ira o enfado. Estas suelen manifestarse en sentimientos de frustración o impotencia que, a menudo, nos llevan a tratar de buscar culpables o una razón que explique lo que ha ocurrido. Debemos prestar atención a esto ya que, en ocasiones, algunas personas pueden quedarse enfrascadas en un “bucle” que les dificulta elaborar el duelo adecuadamente y les impide despedirse del ser querido.
3) Negociación: esta fase es una mezcla entre que la persona comienza a tomar contacto con la realidad y, al mismo tiempo, trata de buscar soluciones o formas de revertir lo ocurrido. (Un ejemplo muy frecuente se produce cuando, tras la ruptura de la pareja, una de las partes trata de buscar, por todos los medios, cómo cambiar o mejorar sus conductas para recuperar la relación).
4) Depresión: a medida que se va avanzando en el proceso de duelo y en la aceptación de la pérdida y de lo que implica la ausencia, se comienza a conectar con emociones como la pena, tristeza o la nostalgia. Es habitual en esta fase que la persona prefiera aislarse y pierda el interés por las cosas del día a día que antes le resultaban placenteras.
5) Aceptación: esta fase supone alcanzar un estado de calma desde la aceptación y la comprensión de que las pérdidas (en cualquiera de sus formas) son algo inherente a la vida humana y que todos pasaremos por ello en algún momento.
Algunas personas pueden experimentar cierto rechazo a tener que aceptar la pérdida porque poseen la creencia errónea de que al hacerlo estarán olvidando al ser querido. Aquí debemos recordar que el objetivo del proceso de duelo no es olvidar, sino aprender a seguir adelante con ello.
Si estás atravesando un proceso de duelo y crees que necesitas ayuda, no dudes en ponerte en contacto con nosotros. Estaremos encantados de poder ayudarte. Mientras tanto, os ofrecemos algunas recomendaciones que podrían ayudaros a transitar estos momentos:
– Déjate acompañar por familiares y/o amigos: los seres humanos somos seres sociales, lo que significa que, en mayor o menor medida, necesitamos del contacto y el apoyo de otras personas.
– Expresa tus emociones: ya sea hablando con una persona de confianza o escribiéndolas en un papel. El desahogo emocional es fundamental y más aún durante un proceso de duelo. Permítete espacios en los que poder sacar todo lo que llevas dentro y te está generando malestar.
– Espera un poco antes de tomar decisiones importantes: es bastante normal que ante una pérdida queramos hacer cambios en nuestra vida, no obstante, debemos ser conscientes de que nuestras emociones pueden estar guiando nuestra toma de decisiones. Por ello, es mejor esperar un tiempo antes de decidir sobre cosas sobre las que luego podamos arrepentirnos.
– Sé paciente y compasivo contigo mismo: entender que estamos atravesando un momento difícil de nuestra vida y que tenemos derecho a estar mal, sin evitar o reprimir nuestras emociones y sin juzgar nuestro propio proceso. Hablarnos como le hablaríamos a un amigo o familiar si estuviese en nuestra situación puede ser una buena forma de comenzar a practicar la autocompasión.