Un ataque de pánico consiste en un episodio de miedo repentino ante una situación que no implica un peligro real o ante el que no existe una causa aparente. Los ataques de pánico se presentan acompañados de síntomas físicos desagradables que, en ocasiones, pueden llegar a ser confundidos con los de un ataque al corazón, especialmente si es la primera vez que lo experimentamos y no sabemos en qué consisten. En estos casos, es habitual que la persona sienta que se está volviendo loca o que está a punto de morir.
A menudo, los ataques de pánico suelen comenzar a finales de la adolescencia o principios de la edad adulta, pero lo cierto es que pueden producirse en cualquier edad. Lo que sí parece haberse demostrado es el hecho de que los ataques de pánico se producen con el doble de frecuencia en mujeres que en hombres.
Entre los síntomas más habituales y característicos de un ataque de pánico se encuentran: taquicardia o palpitaciones, miedo a perder el control o a morir, temblores, escalofríos, sudoración, dolor en el pecho, mareos, sensación de desmayo, náuseas, calambres estomacales, dificultad para respirar, sensación de falta de aire y sensaciones de irrealidad o desconexión.
Un dato que conviene recordar sobre los ataques de pánico es que estos suelen comenzar de una manera repentina y, aunque los síntomas puedan confundirnos y hacernos pensar que nos puede ocurrir algo muy grave, la realidad es que, habitualmente, estos ataques alcanzan su punto máximo pasados unos 10-20 minutos y poco a poco los síntomas van disminuyendo. Cabe resaltar que es posible que nos sintamos cansados o fatigados una vez finalizado el episodio y es completamente normal.
Además del malestar que generan los ataques de pánico por sí mismo, el principal problema derivado de ellos es el miedo intenso que se genera a que ocurra un nuevo episodio, es decir, lo que en psicología se conoce como ansiedad anticipatoria por un posible suceso que todavía no ha ocurrido pero que la persona cree que podría producirse. Esto les lleva a evitar las situaciones o lugares en los que tuvo lugar el episodio, lo que puede llegar a ser bastante incapacitante si se generaliza a una amplia variedad de escenarios.
En cuanto al origen de los ataques de pánico, este no está del todo claro aunque puede deberse a distintos motivos como: sucesos vitales estresantes, acontecimientos traumáticos e, incluso, porque exista cierta predisposición genética. No obstante, también hay quiénes los experimentan de forma inesperada y sin una causa concreta.
Muchas personas que han experimentado un ataque de pánico, “solo” han tenido que enfrentarse a uno o dos a lo largo de toda su vida y, una vez se resuelven sus factores de estrés, el problema desaparece y los ataques no se repiten. Sin embargo, existen personas que experimentan este tipo de ataques de manera recurrente, lo que les lleva a pasar la mayor parte de su tiempo preocupadas o con un miedo intenso a sufrir otro ataque, aislándose y viendo afectadas las distintas esferas de su vida y a su calidad de vida en general. En estos casos es muy probable que nos encontremos ante lo que se denomina un “trastorno de pánico”.
Si estas sufriendo ataques de pánico de manera recurrente o sientes un malestar elevado por miedo a que este se pueda repetir, no dudes en ponerte en contacto con nuestra clínica. Mientras tanto, aquí os proponemos algunas estrategias que pueden resultar de gran utilidad cuando nos encontramos ante un ataque de pánico:
– En primer lugar es fundamental identificar los síntomas, tomar consciencia de ellos y ser capaces de reconocer que se trata de un ataque de pánico y que, por muy incómodo o desagradable que pueda llegar a ser, no va a hacernos daño.
– Utilizar autoinstrucciones: el uso de mensajes internos dirigidos a nosotros mismos del tipo “está bien, puedo manejarlo”, “ya ha ocurrido otras veces”, “pasará pronto”, “no estoy en peligro” es una buena manera de tomar el control de la situación y ayudarnos a mantener la calma en esos momentos.
– Muy relacionado con lo anterior estaría el hecho de aceptar las sensaciones físicas que experimentamos durante el ataque de pánico y recordarnos internamente que, por muy desagradables que sean, pasarán pronto.
– Practicar ejercicios de respiración lenta y profunda: como en otros problemas de ansiedad, es esencial para conseguir la activación de nuestro sistema nervioso parasimpático y ayudar a nuestro organismo a relajarse más rápidamente ya que, de esta forma, nuestro cerebro interpretará que no necesitamos prepararnos para luchar contra ningún peligro.